El sitio estaba a oscuras, era grande, pero la carencia de luz me impedía distinguirlo. Reaccioné con una defensa rápida aunque mi enemigo tenía mayor corpulencia y comprendí que no podía luchar con él cuerpo a cuerpo en una pelea convencional, debería utilizar los conocimientos en artes marciales adquiridos recientemente.
Aproveché su envergadura y sin verle demasiado bien, le agarré por una pierna y lo volteé cayendo sobre su torso. Era el momento para salir corriendo y librarme de aquel asedio. Lo hice mirando de un lado a otro para evitar sorpresas.
Al poco rato, noté que alguien me seguía y en un alarde de reflejos, movido por el propio instinto, mi cuerpo se dobló en dos desviando aquel rayo amenazante. Continué la marcha y no paré hasta transcurridos varios minutos. Después, logré buscar refugio en aquellas rocas.
El ritmo cardíaco intentaba sobreponerse a todo aquello mientras las piernas se alegraban por el descanso. Pensé que había logrado despistarlo, pero entonces, pude oír un murmullo que puso otra vez en tensión mi cuerpo que estaba preparado para esos casos gracias a un metódico entrenamiento.
Nuevamente y casi sin avisar a mis miembros, di un salto y emprendí una veloz carrera. Luego, y sin poder evitarlo, una descarga atravesó la espalda. Caí desplomado al suelo, era el final porque las fuerzas empezaban a abandonarme, pero en ese preciso momento y cuando peor lo tenía, un amable señor, joven y con gafas, me recordó que era mi turno para entrar en la consulta.
Soñador
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario