Niño

Recordaba ese momento como si fuese ahora mismo. Era de día y el sol rayaba con fuerza cubriendo un cielo pintado por completo de color celeste; no había nubes con las que poder protegerse de aquel brillo tan intenso y a veces el sofoco subía con intensidad por entre la ropa que, además de oscura, le cubría por entero. Era un sudor que discurría por la espalda deslizándose muy despacio cubriendo también su cara y cuello de un modo que parecía fijar la camisa a la piel; la notaba empapada, pero todo eso carecía de importancia quedando minimizada cualquier molestia cuando dirigió sus pasos hacia donde se encontraba.
De rubios cabellos y unos ojos claros que desbordaban una ingenuidad clamorosa le preguntó con aquella inocencia infantil carente de absoluta maldad.
-¿Tú tamién vene a jugá a paque?
Sí, le contestó con dulzura para que sus oídos no tuviesen ningún reflejo distorsionado. Vengo, más que a jugar, a veros cómo os movéis y fijarme en la manera tan armoniosa que utilizáis en cualquier movimiento o gesto por vuestra parte para que todo parezca algo tan delicado y sutil; es igual que una danza melodiosa que aunque anárquica termina de forma perfecta porque no buscáis nada más que la diversión lúdica sin que el daño no sea más que el físico que cura con rapidez. Tengo mucha fe en vosotros y sé con certeza que nos sacaréis de la angustia y desgracia actual donde todo es malo porque la gente ya no se mira como antes, sólo desean engañarse o, incluso, eliminarse de manera drástica.
-Eso que dice, ¿qué sinifica?
Volvió a preguntar de nuevo con una exclamación de asombro y de no saber bien lo que decía aquel hombre.
-Nada hijo mío, nada. Sois el futuro y en él he puesto todas mis esperanzas para que el presente de entonces, el vuestro, sea más hermoso y todos podamos volver a reír.
-Mira, yo teno uno caramelo y tú no.
Dijo expresivo pareciendo que su mirada no comprendiese aquella circunstancia.
-Es verdad, contestó con cierta alegría, no tengo y por eso voy a comprarlos ahora mismo. Vuelvo enseguida.
Los adquirió de diversos colores y sabor deseando dárselos para contemplar el disfrute del pequeño, pero al volver no lo encontró ni tampoco a su cartera marrón de cuero fino que le había dejado ver para mostrarle cómo era su hijo, aquel que siendo igualmente un niño le había abandonado para irse a un lugar más denso y tranquilo, colmado de paz. Pensó unos instantes observando las chucherías en sus manos, después, pudo comprender que se había quedado sin el niño y sin la cartera, sólo con aquellas golosinas que, lógicamente, regaló a otro niño.

autor Fermosell m.s.

No hay comentarios: