Engañado

Nada más llegar lo supo. El silencio del aquel sitio le decía que fue engañado y entonces refirió los hechos.
Quedó sorprendido y sin darse cuenta hablaron un tiempo largo. Las palabras que brotaban no eran más que el argumento de unas razones de algo; las que sin saberlo bien le habían obligado a estar allí esos minutos que pudieran no haber existido. Para sí mismo no era, aunque lo fuese, el responsable teniendo en cuenta la fijeza de lo argumentado.
Siguió expresándose para terminar diciendo que ese día le trajo mala suerte. Quizá no debería haber estado o tal vez no lo hizo porque su memoria dejó de guardar aquellos instantes.
Cansado, si fuerza interior para demostrarse, prefería acabar.
Le indujo a desistir permaneciendo juntos, sin hablar; nada más que saboreando brevemente esa compañía que le daba una cierta tranquilidad aunque su propia seguridad ya le había abandonado antes dejándolo solo; haciendo que tuviese miedo hasta de su pensamiento. El que no deja de inquietarnos.
Rompió el silencio para decirle que nunca supo los motivos. Los culpables de una acción que puede decidir lo posterior para quedar marcado. Empezaron de nuevo y esta vez le pidió perdón; lo hizo, quería estar tranquilo, Todo el tiempo estuvo ajeno y por más que quiso no llegó a comprender lo tratado porque no se veía dentro, no pertenecía a una vivencia a la que no estaba sujeto. Lo sabría.
Alzó la vista como implorando y después golpeó la puerta. Pronto, a un gesto suyo, le cogieron del brazo comenzando a caminar. Sería un paseo sin retorno, no volvería aun sabiendo que aquello no había existido, aunque con la falsedad de siempre, la que todos poseen, no supiera disfrazar su inocencia.

autor Fermosell m.s.

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