Antes

La peluquería de señoras estaba situada en la esquina de la calle del Triunfo que conmemoraba una acción social conseguida en el pasado tras una larga reivindicación. Ese había sido un tiempo en el que casi todo estaba por conseguirse.
Ahora, las persianas dejaron de tener su aspecto normal para tomar otro bañado de suciedad y acompañada de una grasa que resbalaba al tacto. Dentro podría haber alguien, pero la suposición era más fuerte que la realidad y por tal motivo quedaba siempre así; posiblemente no estuviese abierta desde hacía mucho.
Casi al lado, unos metros más adelante, las baldosas del puente demostraban que el material con que las hicieron era de buena calidad puesto que aún conservaban el brillo inicial, pero debajo no discurría el agua porque las lluvias habían dejado de caer y, también, por el desvío del pantano cuya salida terminó siendo corregida hasta otro punto. Años atrás, por el río, jóvenes y mayores disfrutaban a gusto mientras nadaban, paseaban en barca o, simplemente, se dedicaban a la pesca cerca de su orilla. Durante el verano, las acampadas fueron una práctica habitual de la que emanaba, sobre todo al atardecer, un ambiente delicioso.
-¿Es esa la mano buena?.
-En realidad, ninguna de las dos.
-Pues ten cuidado que la caja pesa bastante.
-Claro, pero si no la cargo yo, ¿quién lo va a hacer?. Tú no puedes y, además, llevas dos bolsas.
-Sí cariño, pero debes tener cautela por tu espalda, sabes que no está muy bien.
-No te preocupes, lo haremos despacio y descansaremos en más ocasiones. De todas formas, no importa demasiado si llegamos un poco tarde, recuerda lo que tuvimos que esperar aquella vez; fue tal la afluencia de asistentes que prolongaron la sesión; lo hicieron como algo excepcional.
-Es cierto, pero a pesar de todo, ardo en deseos de llegar para que estemos otra vez juntos.
-No me gusta que te hagas tantas ilusiones porque después, al acabar, te vienes abajo y el vacío se apodera nuevamente de ti; lo pasas francamente mal. Has de comprender que no es la primera ni que tampoco será la última ocasión que se nos presente; por tu propio bien tómalo de otro modo.
-Cariño, no lo entenderías; para comprenderme un poco tendrías que ponerte en mi lugar. Piensa que para mí, como mujer, es desolador comprobar que de poco ha servido el haber luchado tanto en esta dura existencia que nos tocó vivir, nada más que sufriendo para luego quedarnos solos y sin nada porque el tiempo se encargó de echar su velo sobre nosotros llevándoselo todo, incluso lo que más añoramos.
-Bueno, no te pongas triste, estamos los dos; nos hacemos compañía y seguimos queriéndonos que es lo principal, a otras personas no les queda ni siquiera eso; ellos si que rebosan soledad porque se vieron atrapados en sus circunstancias. La suerte se les tornó trágica.
Ruedas Oval, casa fundada en 1970.
El nombre del modelo no podía entenderse; pocos recordaban un auto similar mientras devoraba kilómetros en aquellas carreteras tan extensas. Por la numeración de su matrícula se sabía que muchas primaveras habían descansado encima de tan lujosa carrocería; sin embargo, tendría que cambiar sus neumáticos porque el dibujo ya no estaba.
-Oye, ¿no crees que esa pareja es algo mayor para llevar un pequeño?.
-¿Qué dices?.
-Ahí, frente a nosotros.
-Mujer, pero si el carrito lo que lleva es un bulto. Seguro que él está peor que yo y al menos puede ayudarse de esa manera; no ves que lleva su brazo encogido. Además, no podría llevarlo nunca, ¿no lo comprendes?.
-Creo que tienes razón, será que observé lo que no tendré jamás en mis manos. Fíjate que no vemos a ninguno por ahí correteando.
-Te lo acabo de contar, es casi imposible. Como sabes, fue a nivel general y no es bueno que estés a cada momento con lo mismo, ya lo hemos hablado y me da coraje insistir.
La fuente salpicaba el suelo que iba mojándose con un ritmo constante y algunas gotas saltaban sin rumbo dejándose caer con prisa para formar un círculo cada vez más oscuro. No hacía frío, pero la humedad y el viento tocaban los huesos de aquellas personas que no miraban a ninguna parte mientras caminaban buscando llegar pronto. Muchos no esperarían y otros, seguramente, volver les costaría un mayor trabajo. Terminarían quedándose pues al menos, de algún modo, estarían próximos.
-¿Tienes frío?.
-No, mi mente sólo está puesta en alcanzar la avenida y esperar nuestro turno. ¿por qué me lo preguntas?.
-Es que yo sí lo noto; será que tengo el cuerpo algo fastidiado. Comí muy rápido y la digestión habrá sido lenta; ya conoces los problemas de mi estómago.
-¿Paramos un momento?.
-No querida, tampoco deseo que se nos haga de noche, después, todo es más complicado.
Apretó su bufanda al tiempo que entrecruzaba los dedos para encajarse unos guantes bastante usados.
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El viejo, tras leer el cartel, había tropezado con la madera que apuntalaba la pared de una casa en ruinas que tenía dos ventanas y un pequeño balcón. La pintura y parte del cemento dibujaban grietas por la fachada que parecía estar inclinada.
El hombre, bastante mayor, se dejaba llevar por la propia inercia y ritmo que había alcanzado en su corto andar, pero de todas maneras, no pudo evitar el tropiezo porque, seguramente, calculó mal la distancia.
Tenía junto a él a otros dos que le preguntaron algo; él, desde el suelo, moviendo los brazos, pedía que le ayudaran a levantarse.
-¿Has visto, parece que no le entienden?.
-La gente es curiosa, pero sólo eso. Dudo que alguien le ayude.
-¿Cruzamos?.
-No, cariño, es una pena, pero debemos seguir por aquí; fue el camino que iniciamos y no podemos desviarnos. Pensarán que si no lo consigue habrá uno menos en la espera.
-Es terrible, todos se han vuelto fríos e insensibles.
Por fin divisaron el edificio, aún les quedaba otro poco, pero lo conocían con exactitud y adivinaron pronto sus jardines y las arboledas que rodeaban una extensión realmente amplia; también, la verja metálica que cubría todo el perímetro del recinto a excepción de un pequeño tramo, algo estrecho, donde comenzaba a tener final aquel peregrinaje; era la entrada que desde muy temprano acogía a unos huéspedes enfundados de muchos anhelos y no poco conformismo.
Dentro todo parecía ser perfecto; los pasillos, las habitaciones, los muebles. Cada cosa tenía su cometido y una función determinada.
La pareja, tras largas horas, fue conducida a un sitio concreto, previamente, al traspasar el segundo salón, habían dejado sus pertenencias; la caja y dos bolsas llenas de lo poco que todavía les quedaba. Era el ofrecimiento o pago por el tiempo y experiencia que iban a tener entre aquellos muros.
Tuvieron que aguardar hasta que se les indicó que dejaran sus ropas; después, cada uno quedó situado en dos cavidades que habían sido moldeadas en relieve; no estaban separados y por eso, ambos juntaron con fuerza sus manos antes de recibir un haz de luz del que salían unos rayos que bañaron por completo sus cuerpos.
Él, con su pelo tocado en canas cerró despacio los ojos; ella, cubría su larga melena en aquella especie de gorro plateado y fijaba su mirada esperando lo siguiente. Al poco, un rápido trámite de identificación consistente en comprobaciones de muestras de sangre y ADN fijadas en unas tarjetas que subieron de un lateral. Tras unos minutos, realizada ya la desinfección, fueron inyectados con dos miligramos de GHIM que les abriría las puertas como viaje a una fase superior a la vez que les servía como preparación psíquica y asentamiento interior. A partir de ahí, ya en trance, el tiempo quedó dormido en una estación donde el espacio hizo acto de presencia para llevarlos a un recinto en el que se vieron diferentes pues no tenían necesidad de respirar o, ni tan siquiera, de moverse; sólo de sentir.

Notaron su presencia de forma instantánea, como un suspiro que aparece cuando más se espera; ella, con su mente, lo tuvo cerca; acarició la piel tersa de sus mejillas y lo besó despacio estrechándolo en su pecho. Le transmitía alguna cosa mientras intentaba peinarle el pelo con sus propios dedos y dócil, se dejaba querer, pero seguía estando igual que cuando apareció, estático.
Él quiso percibirlo y tocándole el hombro le sonreía complaciente.
Ambos experimentaron un vestigio de paz que no pudieron medir, pero el reflejo de ese bienestar comenzaba a proyectarse en aquel ser que iba tomando vida a la vez que inundaban sus poros de la felicidad que recibía.
El tiempo, huérfano de movimientos, no les impedía absolutamente nada y por eso disfrutaron juntos hasta que, de forma súbita, se vieron de nuevo atrapados por el limitado presente.
-¿No crees que está más delgado?. A lo mejor no le alimentan en condiciones.
-Sí mujer, sí; no debes preocuparte. Lo mismo dijiste la vez anterior. Nos hemos vuelto a colocar en un lugar donde las imágenes reflejan lo que ya vivimos con nuestro hijo. Te da miedo avanzar porque conoces el desenlace y al quedar seducida, con tu propia fuerza, atrapas mi voluntad. Siempre haces igual.
-Está tan guapo. ¿Qué murmurabas en voz baja?.
-Nada cariño, nada. Todo saldrá bien.

autor Fermosell m.s.

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